Claudia estaba en un momento delicado.
Sus últimos meses se los había pasado entre tubos, pruebas médicas y hospitales. Cansada y con dolor no veía el momento de disfrutar de su treintena .
Así que cuando el doctor, al que durante su último año había visitado más que a su madre, le dió el alta médica, decidió celebrarlo por todo lo alto.
Amigos, buena cena, muchas risas y alcohol..Diversión asegurada.
Le hacía falta.
Le hacía falta.
Pablo estaba en un momento delicado.
Hastiado y aburrido de su vida. De su mujer y de sus hijos. De su trabajo y de sus sábados en familia.
- Un sábado mas viendo un partido de fútbol infantil y haciendo la compra de la semana en un centro comercial y me suicido- siempre decía lo mismo.
Pero Pablo como buen perdedor es de los que no arriesgan..
Y ya dice el dicho que quien no arriesga no gana.
Así que decidió, sólo como media solución salir con sus amigos.
Una buena cena, muchas risas y alcohol.
Una buena cena, muchas risas y alcohol.
Le hacía falta.
Claudia y Pablo aquella noche coincidieron en esa misma cena, con amigos comunes, muchas risas y demasiado alcohol.
Y los dos desde el principio se mostraron, ella a él. Él a ella.
Y se rieron. Y bebieron.
Y claudia no quería nada más que un poco de calor, de compañía, de esos momentos gratos que su enfermedad y su último mal año no le habían permitido.
Y claudia no quería nada más que un poco de calor, de compañía, de esos momentos gratos que su enfermedad y su último mal año no le habían permitido.
Y Pablo no quería nada más que un poco de calor, de compañía, de esos momentos gratos que desaparecen con el tiempo y un hogar.
Quería volver a hacer reír y a hacer sentir.
Pero sobre todo, quería volver a reír y a sentir.
Y rieron, y bebieron y sintieron.
Y para Claudia esa noche fue espectacular.
Para Pablo inolvidable.
Y se hizo la luz.
Y con ella los miedos, las preguntas al aire y sin respuesta, los adióses.
Y se fueron.
Un beso. El último. Suave y en los labios.
Y ella giró a la derecha. Él a la izquierda.
Y él se quedo mirándola hasta verla desaparecer.
Ella nunca giró la cabeza.
Claudia estaba exhausta pero feliz. Su gran noche había valido la pena.
-Bonita manera de empezar una nueva vida-pensó.
Y Pablo se fue exhausto y triste. Su gran noche había valido la pena, pero le supo a poco. Quería esconderse y escapar de su realidad ahora más que nunca.
-Me gusta Claudia-pensó.
Y Claudia estaba feliz porque no necesitaba más. No hacía preguntas de las que no quería saber su respuesta. Y no fue capaz de resistirse a halagos.
Tenía lo que quería.
Su vida, sus riendas y alguien que le alegraba el día con whatsapp y llamadas prohibidas a horas intempestivas.
Y tenía momentos de placer. En los que se buscaban y se encontraban.
Tenía lo que quería.
Su vida, sus riendas y alguien que le alegraba el día con whatsapp y llamadas prohibidas a horas intempestivas.
Y tenía momentos de placer. En los que se buscaban y se encontraban.
En los que cuando se encontraban no deseaban nada más que fundirse, que desaparecer, que el tiempo se parara a sus pies.
Y luego vuelta a su rutina, a sus amigos, a su trabajo. Estaba plena. Así lo sentía.
Y luego vuelta a su rutina, a sus amigos, a su trabajo. Estaba plena. Así lo sentía.
Y Pablo estaba feliz, volvía a sentirse joven y atractivo.
No sabía si tenía lo que quería, pero quería lo que tenía.
Y le llegaba.
O no.
Pero no se planteaba nada más.
Su vida era complicada, pero Claudia le ofrecía esos momentos de ausencia y olvido.
Estaba cuando quería, cuando podía.
Como buen adultero, él ponía las normas.
El control siempre es del que no puede quedar. Del que gobierna la agenda.
Ella callaba y acataba.
Pero esta historia, la más antigua de toda la humanidad tenía fecha de caducidad.
En ocasiones muy pronto, en otras menos pronto. Y en las menos cuando te dabas cuenta habían pasado años embarcada en una aventura sin pies ni cabeza.
Claudia se lo pasaba bien con él, pero reconocía que algo que no llevaba a ninguna parte era mejor dejarlo correr.
Siempre fue fiel a la máxima de que una buena razón para marcharse es que no haya una buena razón para quedarse.
Era practica y no quería complicarse.
Creía firmemente en que todas las personas que entran en tu vida lo hacen por una razón. Y Pablo ya le había dado su motivo.
No echaba de menos nada con Pablo porque desde el principio fue lo que fue, pero se cansó de un tren sin parada.
Se cansó de que simplemente fueran eso, polvos. Y ratos de acurrucarse extasiados, hasta su límite.
Se cansó de que fuera simplemente follar. O bueno, eso si le gustaba pero sin amor, sin promesas, sin mentiras.
Cuando empezaban a prometer empezaban a cagarla.
Y Claudia no quería eso.
Y aun después de querer liberarse volvió a caer, una vez, dos y mil.
Pablo se sentía bien.
Los ratos que pasaban era a su manera feliz.
Pero no daba más que lo poco que se da en estos casos.
Pero prometía.
Y la cagaba.
Pablo se había acomodado y dejo de pensar si Claudia quería más o menos.
Si esos momentos de pasión no se habían vuelto rutina.
Pablo era hombre.Plano, simplemente.
El hacía y deshacía. Para él era fácil. Tenía lo que no tenía.
Y como todas estas historias (y ésta no iba a ser diferente ), Claudia y Pablo empezaron a diluirse.
Sin reproches.
Sin críticas.
Sin más.
Y de verse dos veces en semana empezaron a quedar solo una. Luego cada quince días.
Cuando al final se dieron cuenta quedaban solo unas decenas de whatsapp con poco contenido. Torpes y abstinentes.
Y ninguno de los dos supo si el saldo fue positivo.
A Claudia le quedaron un manojo de orgasmos.Pero muchas palabras vacías y muchas ausencias.
A Pablo perder sin haber arriesgado lo que mas quería. A su manera.
Y le llegaba.
O no.
Pero no se planteaba nada más.
Su vida era complicada, pero Claudia le ofrecía esos momentos de ausencia y olvido.
Estaba cuando quería, cuando podía.
Como buen adultero, él ponía las normas.
El control siempre es del que no puede quedar. Del que gobierna la agenda.
Ella callaba y acataba.
Pero esta historia, la más antigua de toda la humanidad tenía fecha de caducidad.
En ocasiones muy pronto, en otras menos pronto. Y en las menos cuando te dabas cuenta habían pasado años embarcada en una aventura sin pies ni cabeza.
Claudia se lo pasaba bien con él, pero reconocía que algo que no llevaba a ninguna parte era mejor dejarlo correr.
Siempre fue fiel a la máxima de que una buena razón para marcharse es que no haya una buena razón para quedarse.
Era practica y no quería complicarse.
Creía firmemente en que todas las personas que entran en tu vida lo hacen por una razón. Y Pablo ya le había dado su motivo.
No echaba de menos nada con Pablo porque desde el principio fue lo que fue, pero se cansó de un tren sin parada.
Se cansó de que simplemente fueran eso, polvos. Y ratos de acurrucarse extasiados, hasta su límite.
Se cansó de que fuera simplemente follar. O bueno, eso si le gustaba pero sin amor, sin promesas, sin mentiras.
Cuando empezaban a prometer empezaban a cagarla.
Y Claudia no quería eso.
Y aun después de querer liberarse volvió a caer, una vez, dos y mil.
Pablo se sentía bien.
Los ratos que pasaban era a su manera feliz.
Pero no daba más que lo poco que se da en estos casos.
Pero prometía.
Y la cagaba.
Pablo se había acomodado y dejo de pensar si Claudia quería más o menos.
Si esos momentos de pasión no se habían vuelto rutina.
Pablo era hombre.Plano, simplemente.
El hacía y deshacía. Para él era fácil. Tenía lo que no tenía.
Y como todas estas historias (y ésta no iba a ser diferente ), Claudia y Pablo empezaron a diluirse.
Sin reproches.
Sin críticas.
Sin más.
Y de verse dos veces en semana empezaron a quedar solo una. Luego cada quince días.
Cuando al final se dieron cuenta quedaban solo unas decenas de whatsapp con poco contenido. Torpes y abstinentes.
Y ninguno de los dos supo si el saldo fue positivo.
A Claudia le quedaron un manojo de orgasmos.Pero muchas palabras vacías y muchas ausencias.
A Pablo perder sin haber arriesgado lo que mas quería. A su manera.
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