Hace unos años salí con un gilipollas.
Y digo gilipollas por decir algo, por ser suave.
Me prometió el oro y el moro.
Si yo era esto, si yo era lo otro, si yo era lo de más allá.. Tanto era que al final de tanto ser y no ser se atragantó y deje de serlo. Todo.
Y me dejó con un palmo de narices, con el orgullo lastimado y más huellas en el corazón que en una playa en pleno verano.
Pero yo le creí. ¿Porqué no?
Y se lo di todo. Y más. Le di hasta lo que no tenía. Porque estaba muy enamorada.
Pero comparando, metafóricamente hablando, esta relación con un menú barato de barrio de dos platos, postre y café, yo era, con suerte el azúcar..El que sobra cuando no quieres endulzar de todo el café..
Y después de un tiempo largo , de idas y venidas, de altos y bajos, de montañas rusas con subidas al cielo y bajadas al peor de los infiernos, se acabó.
Se acabaron los gritos y los silencios, las mentiras y los reproches, la desconfianza..el amor.
Porque llegó el día en que solo era eso: mentiras, engaños, reproches, violencia, celos y control.
Y después de eso el error de pensar que podíamos ser amigos. Hablar sin más. Y yo volví a creerlo.
Pero solo hablábamos para controlarnos, para saber el uno del otro, para estar y no estar.
Y nos llamábamos de vez en cuando. Y nos contábamos, solo de paso. Lo que nos convenía. Lo que no nos hacía daño. Más mentiras. Omisiones.
Y siempre acabábamos en la cama. Follando.
Porque había física y química. Falto historia.
Y los dos sin decirlo, queríamos saber el uno del otro. No logramos desprendernos del todo. Seguimos aferrándonos a un pasado sin sentido, que no nos dejaba vivir un presente ni avanzaba a un futuro. Queríamos hurgar en vidas que ya no nos pertenecían, pero sí nos habían pertenecido. Queríamos ganar.
Y cada uno hacia su vida.
Pero sin hacerla.
Porque cuando uno hacía, el otro deshacía.
Y si había algún pájaro revoloteando cerca, él aparecía otra vez, con más fuerza, jurando, como sólo juran los mentirosos.
Y yo le creía. Una vez más. Y el pájaro regresaba a su nido. Y él volvía a desaparecer.
Y ya solo llamadas.
Y más mentiras.
Y más sexo.
Y mucho más sexo.
Y mucho mejor.
Y era lamentable. Pero era lo que había. Lo que queríamos que hubiera sin quererlo.
Una mañana, cualquiera, como muchas otras mañanas me llamó desde su trabajo.
En un arranque de sinceridad me cuenta, sin aspavientos, que ha conocido a alguien, que sabe lo nuestro. (Qué poco me gusta que se hable de mi sin mi). Que sabe que solo con verme tiembla . (Este tío iba para escritor y se quedó en funcionario). Que quiere empezar con ella con transparencia, desde cero, que le hace reír, que aún con todo le aprecia y está dispuesta a estar con él. Que quiere ser sincero pero claro, conmigo por el medio...es difícil.
Y me lo dice así, en frío.
Vamos, en una palabra y para resumir. Que a la pájara en cuestión ( y perdona bonita, que contigo esto no va, que eres una pringada más..pero de eso ya te darás cuenta tu solita, maja ) le va a ser fiel. Que se va a comportar.
Que todo lo que no hizo conmigo lo va a hacer con ella. Ja.
Yo al otro lado de la línea poco tengo que decir así que callo.
Y escucho.
Y sigo escuchando sus tonterías, mientras abro el agua de la ducha.
Y le digo, pues me parece bien. Venga ya hablaremos entonces.
Y me doy una ducha. Y me encremo. Bien encremadita. Bien suave.
Y me perfumo. Bien perfumadita. Con su perfume preferido que ahora me provoca arcadas.
Y me pongo esas medias de blonda que lo vuelven loco.
Y mi mini vestido negro.
Y mis tacones de 8 cms.
Y me maquillo.
Y son las once de la mañana y parece que voy a un cóctel, pero me da igual.
Dos manzanas y llego.
Y lo llamo.
Y me coge.
Y le digo que baje que estoy en el descansillo del segundo al tercer piso de su trabajo. No recuerdo con que excusa.
Y dice vale.
Y baja.
Y me ve.
Y se pierde.
Y me besa.
Y me toca.
Y me huele.
Y vuelve a besarme.
Y vuelve a tocarme.
Y porque estamos en su trabajo...
Y me recoloco el vestido.
Y le doy una palmadita en el hombro en plan campeón.
Y solo digo: Ahora majete, cuéntale a la otra que le vas a ser fiel, que empezais bien la historia.
Y me dí la vuelta.
Y me fui. Sin más.
Y me sentí ganadora. Y es que gané.
( Supongo que lo que gané fue la medalla de oro por gilipollas, y es que mi conducta no tiene nombre y no fue para menos. Pero me sentí mejor, con mi orgullo un poquito menos lastimado..Y con ese punto entre sobrado, creído y valentón que da el saber que aún eres capaz de manejar a alguien con solo una mirada. Y que quieren que les diga, pero si sirvió para que yo me quedara más feliz que una perdiz, pues ya ha valido la pena. Y yo ahora a mis otros nidos, que aquí pocos huevos ya.)