Aquella noche, más calurosa de lo habitual en el mes de marzo, me invitaste a dormir a tu casa aún a sabiendas de que te diría que no..
Y así fue..
Me conoces demasiado bien como para saber donde están los límites y sobre todo, donde está mi necesidad de soledad.
Las personas por lo general, en algún momento o en muchos tal vez, de sus vidas, se sienten solas. Yo no. Yo busco esa sensación, ese sentirme sola, ese vacío..
Y esa noche era lo único que buscaba y aunque tú lo sabías intentaste que no fuera así.
Pero no insististe. Sabes que me contraria que lo hagan.
No preguntaste y sin embargo me hubiera gustado darte una respuesta.
Y ahora por fin, cuando la noche dice adiós y se araña el amanecer, estoy aquí con mi ansiada soledad, fumando un cigarrillo a escondidas, oculta y a la vez libre..
Y escribo estas palabras que solo acechan en mi cabeza en noches como estas, cuando estoy sola, cuando estoy sin ti.. cuando tú no insistes..
Creo que no insististe demasiado porque en el fondo, sabías que esto ocurriría y sé lo mucho que disfrutas, cuando a la mañana siguiente, en nuestro reencuentro me pides que te lea mis relatos.
Y yo te digo que no. Pero tú entonces sí insistes y con tazas de café humeantes pero sin cigarrillos te leo..
Y tú escuchas atento..
Y me doy cuenta de que todo ha pasado ya. De que ya no estoy sola. De que soy feliz a tu lado..
Y de que hasta otra noche en que tú preguntes y yo diga que no, ésto no volverá a ocurrir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario